Lo primero que llama la atención es la silueta, porque no pasa desapercibida: cabello alborotado, barba rojiza y abundante, sonrisa luminosa. Tiene la ropa manchada, llena de marcas de pintura o pastel. Detrás, como una sombra igualmente hirsuta, un perrito –se llamaba Jacinthe– lo sigue muy de cerca; ahí estaba siempre, en estrenos, desfiles de Alta Costura, en el taller o en los cabarés de moda. Así podría resumirse el retrato del artista Christian Bérard, que fue un todoterreno con un talento fuera de lo corriente y un hombre mundano de perspicacia incomparable. |
«Bébé», como le llamaban sus amigos, nació en el seno de una familia burguesa que le animó muy pronto a iniciarse en las bellas artes. En 1920 entró en la academia Ranson. Influido por Édouard Vuillard y Maurice Denis, aprendió a pintar y viajó por Italia en busca de la belleza… Su pintura iba en dirección opuesta a las exploraciones vanguardistas, como el cubismo, que criticaba así: «Nunca me ha interesado lo que le pueda suceder a una guitarra partida en cuatro». Se intentó asociarle al grupo de los neohumanistas, pero Bébé tenía un estilo propio de escenas oníricas, personajes fantasmales y ruinas soñadas. Inventaba paisajes, trampantojos y frisos. En París todos querían tenerle a su lado. El gran decorador Jean-Michel Frank le encargó el diseño de unos biombos pintados que hicieron furor. Después, el teatro le abrió sus puertas. Christian Bérard trabajó con Jean Cocteau y con Louis Jouvet, quien lo describió como «un arcoíris andante». Bérard, fascinado por los ballets rusos de Diaghilev –de los que fue secretario su amigo Boris Kochno–, creó escenografías inconformistas. Trabajó para las obras más destacadas de su tiempo: La máquina infernal de Jean Cocteau, La loca de Chaillot de Jean Giraudoux o Las criadas, de Jean Genet. Hubo también hueco para los clásicos, como el Don Juan o La escuela de las mujeres de Molière. También Roland Petit acudió a él para sus ballets, y el cine, nuevamente con Cocteau, llamó igualmente a sus puertas: Christian Bérard es el celebrado autor de los decorados y el vestuario de La bella y la bestia de 1946, incluida la famosa máscara del monstruo que llevaba Jean Marais. |
«COMPONEDOR DE TODAS LAS FIESTAS, DE TODAS LAS ELEGANCIAS, CHRISTIAN BÉRARD, NUESTRO QUERIDO BÉBÉ DE GUSTO INFALIBLE, VENÍA PARA (…) RESPIRAR EL AIRE DE LA COLECCIÓN QUE SE ESTABA PREPARANDO. (…) ESPERÁBAMOS CON ANHELO SU VEREDICTO».