FRANCIS KURKDJIAN, DIRECTOR DE LA CREACIÓN OLFATIVA DE LA MAISON, HA REINTERPRETADO J’ADORE, EMBLEMA ETERNO DE LOS PERFUMES DIOR. DE ESTA INICIATIVA CARGADA DE SIGNIFICADO HA NACIDO L’OR DE J’ADORE, UNA FRAGANCIA QUE SE SITÚA EN EL PUNTO DE ENCUENTRO ENTRE EL HOMENAJE Y LA LIBERTAD CREATIVA. MARIE AUDRAN HA HABLADO CON SU AUTOR.
«LA QUINTAESENCIA DE J’ADORE ESTÁ AHÍ. L’OR DE J’ADORE REGRESA A LO ESENCIAL, EXALTA LA BELLEZA DE LAS FLORES LLEVADAS A UN CONCENTRADO SUAVE Y LUMINOSO. L’OR DE J’ADORE, “EL ORO DE J’ADORE”, SON SUS FLORES».
MA: En su opinión, ¿cuál es el papel del perfume? ¿Ser un impulso vital, un complemento del espíritu? FK: El gusto y el olfato nos diferencian de manera fundamental y universal de las máquinas. «Siento, luego existo»: en francés, la palabra sentir significa también «oler». El olfato es el primer recuerdo del cuerpo; se forma en estado embrionario y es lo que nos salva del peligro y nos hace sentir vivos, como lo expresa magníficamente Casanova resumiendo el carácter vital y existencial de ese sentido esencial: «Sé que he existido, porque he sentido; y puesto que el sentir me da este conocimiento, sé también que ya no existiré cuando haya dejado de sentir. Si sintiera después de mi muerte, no dudaría ya de nada; pero desmentiré a todos los que me vengan a decir que he muerto»1. La memoria olfativa tiene la increíble capacidad de dar la sensación de vivir y de haber sido. FK: Tiendo a simplificar porque así aprendí la perfumería: buscar siempre la esencia. Siempre que me enfrento a una composición me pregunto si puedo simplificarla sin traicionarla. En el caso de J’adore era imposible simplificarla más, así que la he ido reduciendo constantemente hasta llegar a la esencia de su fragancia. Un trabajo que perdure tiene que seguir ese planteamiento. Hay que evitar que se vuelva seco, árido, descarnado. Lo más importante era desaprender, olvidar lo que ya sabíamos para ir hacia lo desconocido sin perder la técnica ya adquirida; Soulages lo expresa muy bien cuando dice: «El artista actúa de una forma muy distinta del artesano, porque el artesano va hacia un objeto que conoce, que sabe hacer (…), mientras que el artista, con la intuición de lo que puede esperar de la técnica más que del conocimiento adquirido, se dirige hacia lo que no conoce»2. Apropiarme de esa profusión casi pictórica me ha obligado a zambullirme en su fórmula de cabeza, a revolver su abundancia para extraer lo esencial y dar lugar a una sensualidad nueva, que resulte inmediatamente atractiva. Un J’adore curvilíneo, atractivo como un hombro desnudo. |
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