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© VALENTIN HENNEQUIN

UNA OBRA DORADA PARA j’adore

EL ARTISTA FRANCÉS JEAN-MICHEL OTHONIEL, CUYAS MONUMENTALES INSTALACIONES ESTÁN EXPUESTAS EN ALGUNOS DE LOS MUSEOS MÁS IMPORTANTES DEL MUNDO, HA CREADO UNA OBRA EXCEPCIONAL INSPIRADA EN L’OR DE J’ADORE, LA ÚLTIMA CREACIÓN DE FRANCIS KURKDJIAN PARA DIOR. ESTA OBRA EXCLUSIVA, DE LA QUE SE HAN EDITADO 100 EJEMPLARES*, CELEBRA DE MANERA ASOMBROSA EL ARTE DEL PERFUME. HEMOS CONVERSADO CON SU AUTOR. POR MARIE AUDRAN.

MARIE AUDRAN: ¿En qué se ha inspirado para hacer este homenaje al perfume L’Or de J’adore creado por Francis Kurkdjian?

JEAN-MICHEL OTHONIEL: En mi obra, el universo floral y mi pasión por la botánica tienen un papel preponderante. La rosa, símbolo del amor y del renacimiento, a la que ya he rendido homenaje en el museo del Louvre, está también muy presente en la constelación de J’adore. Se podría decir que es una flor arquitectónica, y eso es lo que me ha inspirado para crear esta nueva escultura de pequeñas dimensiones para J’adore. Con esta colaboración con Dior mi obra resulta accesible a un mayor número de personas. Por otro lado, este proyecto también ha dado lugar a una escultura gigante, la Gold Rose presentada en el Jardín Botánico de Brooklyn.

* Esta edición excepcional se presenta en un precioso estuche blanco y dorado inspirado en las cajas de transporte de obras de arte; está disponible bajo pedido desde noviembre 2023 y en una selección de tiendas Dior repartidas por el mundo (París, Tokio, Londres, Nueva York…).
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 © Valentin Hennequin

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 © Valentin Hennequin

MA: Lo que dice enlaza con la idea que tenía Monsieur Dior de la Alta Costura como una arquitectura efímera; sus primeras líneas En Huit Corolle, del icónico New Look, parecen fusionarse ahora en una obra única, un estuche-pétalo y al mismo tiempo un frasco que sigue la línea del 8…

JMO: El signo del infinito, que tiene las curvas del 8, está en mis esculturas con formas similares a las de un collar, sin principio ni fin. En este caso, la rosa traza un entrelazamiento de infinitos, de múltiples posibilidades. Las cuentas son trayectorias de energía. La escultura parece ingrávida y alberga en su corazón el frasco de cristal. Evoca una gota de oro en el interior de una corola de pétalos envolventes. Los dos se funden armónicamente en un juego de curvas. La historia de J’adore relata este homenaje a la feminidad, y ha evolucionado con los años. En este proyecto artístico la corola brinda un amplio espacio a la libertad de la mujer, al igual que el frasco, siempre en movimiento; cobra vida en cuanto lo tenemos en la mano. El fondo redondeado no permite posarlo, así que es como una feminidad en acción, contemporánea, dotada de fuerza propia. Estamos lejos de la idea de mujer-objeto, y es también un talismán que se puede llevar y apreciar.

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 © Valentin Hennequin

MA: Cocteau decía que su amigo Christian Dior era «ese genio despreocupado, tan propio de nuestro tiempo, cuyo mágico nombre incluye las palabras Dios y oro». ¿Qué simboliza el oro para usted, ese código eterno de Dior que hace que J’adore resplandezca?

JMO: Para mí va mucho más allá del color, porque el oro es un material esencial, telúrico, un recurso que procede directamente de la naturaleza. En mi trabajo intento siempre revivir la magia de la metamorfosis y el vínculo sagrado con el cosmos, cuyo origen casi divino nos sobrepasa. Desde la noche de los tiempos el oro está presente y tiene importancia en todas las culturas, sean africanas, europeas, americanas, egipcias o chinas. Con su universalidad, el oro es un material aparte. Volver a esa fuerza única del oro es un punto básico de mi proyecto para Dior.

MA: ¿Qué otros materiales ha realzado en esta obra creada para la Maison?

JMO: La escultura de bronce está bañada en oro. He usado la técnica de la fundición a cera perdida, que es un savoir-faire empleado por los más grandes escultores, como Camille Claudel o Rodin. La primera escultura de cera desaparece para dejar impresos los rasgos de la pieza; así nacieron estos cien ejemplares excepcionales. El bronce es también el material de la metamorfosis; tiene la capacidad virtuosa de adoptar de manera muy precisa la impresión dejada por la cera. Para mí era muy importante que la escultura fuera como un nido de cuentas que acogiera el perfume. El peso del bronce permite adquirir conciencia de la belleza y la fuerza de esos materiales, al igual que el cristal, de transparencia increíble, con que está hecho el frasco.

MA: Las destrezas empleadas en esta ocasión tienen su equivalencia en la Alta Costura, pues ambas implican la poesía del gesto… ¿Ha pensado en ello para rendir homenaje a las costureras de Dior?

JMO: Todo mi trabajo de artista se hace en colaboración con sopladores de vidrio, fundidores, metalistas… Trabajo con muchos y diversos oficios, con artesanos de la excelencia, un poco como un director de orquesta o un compositor que escribe y dirige una partitura y busca a los mejores intérpretes para que lo acompañen. Es un concierto de savoir-faire, un canto a la artesanía, una forma de ampliar la frontera de lo excepcional. En esta obra, la luz magnificada encarna la espiritualidad, esa maravilla universal: una gota de oro y perfume trascendida por un rayo de sol, como el despertar del asombro infantil que todos llevamos dentro. Me gusta volver a esas primeras emociones.

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«Volver a esa fuerza única del oro es un punto básico de mi proyecto para Dior»

– Jean-Michel Othoniel

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 © Valentin Hennequin

MA: Esta no es la primera vez que reinterpreta el universo de J’adore…

JMO: Tuve la suerte de trabajar en una edición limitada hace diez años, con mis cristaleros de Murano, que por primera vez trabajaron en un frasco de Dior. J’adore, que hoy en día se extiende por el planeta con su aura universal –lo cual constituye un gran éxito emocional–, se comunica con todo el mundo, de Corea a África; te enamoras, porque cede todo el protagonismo a la fuerza de las flores. Ahí reside la belleza de su fragancia. Al mismo tiempo, nos asienta en la realidad de la naturaleza y nos propulsa hacia lo maravilloso. Esa contemplación, esta doble dimensión sagrada, es también algo que me hace seguir adelante. 

MA: ¿Cuál es su visión del perfume?

JMO: Es una fascinación a la que siempre se vuelve, sin que importe el tiempo transcurrido. El perfume se «lleva», y en mi escultura subyace la idea de «llevar» este frasco; es también una idea de solidaridad, complicidad y amor, de llevar con orgullo un perfume que evoluciona de forma singular en cada persona, una obra viva a la que nos exponemos para (re)encontrar la emoción. Ese es el motivo por el cual siempre regresamos a los museos para ver obras de arte: volvemos a ver la La Gioconda porque, en función del momento vital en que la veamos, nos habla de formas distintas. La emoción olfativa que sentimos cambia de la misma manera: en función de nuestro estado de ánimo, las personas con que hayamos estado, si hemos paseado entre naranjos en Andalucía o por una rosaleda en Grasse. En ese sentido, el arte y el perfume permanecen, son verdaderamente experiencias de la realidad y de los sentidos, y con mayor razón hoy en día, cuando casi todo tiende a lo virtual.

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Del mismo modo que de un figurín de Monsieur Dior surge un vestido, del dibujo ha nacido una escultura gigante, Gold Rose, inspirada en esta obra en edición limitada para L’Or de J’adore. 

«Mi trabajo siempre parte de un dibujo a acuarela, como un sueño plasmado en papel. Luego elijo a los intérpretes, de joyeros a arquitectos, para construir una escultura que puede tener dimensiones gigantes, como Gold Rose, con una altura 3,1 m; las bolas se han hecho a mano y se han dorado con pan de oro. Esta versión monumental de la edición de L’Or de J’adore estuvo presente en la exposición The Flowers of Hypnosis que presenté en el Jardín Botánico de Brooklyn y forma parte de mi colaboración con Dior en los Jardines culturales, que empezó en el Petit Palais, en París. Esta propuesta, inaugurada el 18 de julio de 2023, es la tercera y última itinerancia de un diálogo que cuenta con el mecenazgo de Dior, lo cual me ha permitido crear y hacer viajar a mis obras. Dior tiene la extraordinaria capacidad de apoyar artistas y acompañarlos dándoles toda la libertad que precisan, en una prolongación de la pasión por las artes que sentía Christian Dior, que fue coleccionista y galerista».

– Jean-Michel Othoniel

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