MAGNIFICENCIA
EN PROVENZA

EN LA MANSIÓN DE LA COLLE NOIRE QUE TANTO GUSTABA A CHRISTIAN DIOR, ENVUELTA EN LA LUZ Y LOS MARAVILLOSOS PERFUMES DE LAS TARDES PRIMAVERALES, EL PASADO MES DE MAYO LA MAISON PRESENTÓ LA NUEVA COLECCIÓN DE ALTA JOYERÍA DE VICTOIRE DE CASTELLANE. LA COLECCIÓN, QUE HA RECIBIDO EL NOMBRE DE DIOREXQUIS, ES UN HOMENAJE VIRTUOSO A LA NATURALEZA, CONSTANTE FUENTE DE INSPIRACIÓN PARA EL MODISTA Y SUS SUCESORES. REVIVAMOS EN ESTAS PÁGINAS ESE ACONTECIMIENTO MÁGICO. POR MARIE AUDRAN.

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© ADRIEN DIRAND

«Yo quería que esa casa fuera mi verdadero hogar. […] Una casa para completar el ciclo de mi existencia y recobrar, con otro clima, el acotado jardín que protegió mi infancia. Un lugar donde por fin pudiera vivir tranquilo y olvidarme de Christian Dior para volver a ser, simplemente, Christian». Con estas palabras explicaba el diseñador lo que suponía para él ese lugar por el que sintió tanto cariño, una propiedad que los habitantes de la zona han rebautizado como «Château Dior». Su nombre original, La Colle Noire, se debe a que está rodeada de colinas (también llamadas «colles») densamente pobladas de cipreses y robles de profundos reflejos esmeralda.

Con su aura única, domina la llanura de Fayence y su anillo de pueblos encaramados en las colinas, como Montauroux, cercano a los campos de rosa centifolia de Grasse, a pocos kilómetros de la Costa Azul. Es un lugar de ensueño para la presentación de Diorexquis, la nueva colección de alta joyería de Victoire de Castellane.

Su homenaje a la naturaleza se despliega en suntuosos montajes de piedras preciosas de tonos intensos con motivos que, en ocasiones, parecen esbozados por una mirada infantil. ¿Cabe imaginar que fuera la mirada del pequeño Christian observando a su madre, Madeleine, cultivar su adorada rosaleda de Granville, aquel «acotado jardín que protegió su infancia»? Monsieur Dior recobró, sin duda, esa nostalgia maravillosa cuando atravesó al volante de su Austin Princess el portón que conducía al paseo de catorce cipreses que penetra en La Colle Noire, su refugio en Provenza, su remanso de paz al que acudía para descansar entre desfile y desfile.

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© FIONA TORRE

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© FIONA TORRE

No cabe mejor escenario* para recibir a los invitados de renombre que acudieron a la presentación de las espléndidas joyas de Diorexquis, una colección que ensalza tres temas fundadores de Dior: los paisajes bucólicos, los ramos de flores delicados y los bailes llenos de magia. Este tríptico deslumbrante expone el amor que cultivaba el maestro del New Look por el esplendor del mundo vegetal y su fascinación por la opulencia de las fiestas extravagantes.

En una fusión de audaces juegos de volúmenes y superposiciones entre las gemas, finamente talladas para destacar sobre fondos ribeteados de diamantes, los modelos aparecieron como relatos prodigiosos que magnificaban la naturaleza y sus transformaciones. Son joyas que evocan el paso del tiempo marcado por el ritmo de las estaciones: la pureza del invierno con su gélido esplendor desplegándose por fabulosas composiciones; la efervescencia de la primavera traspuesta a la floreciente vegetación que adorna algunos de los conjuntos o la alegría del buen tiempo, representada en el centelleo de piedras resplandecientes engarzadas en diversos aderezos. Un collar, un anillo y elegantes pendientes hacen revivir, en escenas irresistibles, la magia de los bailes de gala, esos acontecimientos que sitúan en un mismo plano los sueños y la realidad.

* Este espacio único dialogaba de forma sublime con Eden-Roc, un palacio icónico de la Riviera que acogió una escenografía magistral para resaltar la prodigiosa creatividad de Diorexquis.

Para celebrar esa magia joyera, en los jardines, bajo pérgolas de color verde salvia que se fundían con el entorno campestre, se ofreció un cóctel seguido de una cena elaborada por el chef Mauro Colagreco, con tres estrellas en su restaurante Mirazur, en la localidad francesa de Menton, quien también trabaja en total armonía con la naturaleza. Todo ello constituyó un canto al arte de vivir francés, como si el mismísimo Christian Dior hubiera reunido a sus seres más queridos en su sublime «casa familiar». La vajilla de Dior Maison inspirada en el siglo XVIII, de máximo refinamiento, incluía dibujos sutiles de ramitas de muguete, uno de los amuletos preferidos de Monsieur Dior. Nomeolvides, agapantos, jazmines, limoneros, romero, tomillo y espliego destilaban sus aromas y colores con abundancia de dorados, blancos, parmas y violetas: una sinfonía pastoral que subrayaba aún más la infinita dulzura de esas deliciosas tardes primaverales.

En una prolongación de esa alquimia bucólica la artista lírica Pretty Yende cantó, como preludio impresionista al desfile, la melodía Beau Soir de Debussy. Al caer la noche, 25 siluetas de Alta Costura especialmente diseñadas para la ocasión por Maria Grazia Chiuri fueron surgiendo a lo largo del estanque con un resplandor lleno de encanto. La delicada nobleza de los terciopelos, declinados con un savoir-faire de excelencia en color verde bosque, ciruela, ocre amarillo y dorado, dialogaba con los intensos colores de las piedras mientras los vestidos corola cortos y los preciosos bordados milflores daban la réplica a las extraordinarias odas florales joyeras creadas por Victoire de Castellane. Con toda magnificencia, un espléndido espectáculo pirotécnico puso el broche final a esa coreografía onírica propiciando un momento que quedó como suspendido en el tiempo, un instante de gracia en estado puro.

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© FIONA TORRE

Excelencias poéticas

La línea Diorexquis, resultado de un savoir-faire inestimable, es un concentrado del virtuosismo de los talleres y se expone de modo particular en el doblete de ópalo, consistente en montar una capa de ópalo sobre otra piedra, como el ónice, o sobre nácar, para componer preciosos camafeos que recuerdan los complejos matices del cielo o del agua. Es una sucesión de diestros movimientos increíblemente precisos, gracias a los cuales la formidable creatividad de Victoire de Castellane cobra vida. La técnica del fenestrado, también llamado esmalte vitral o plique-à-jour, lleva a la máxima excelencia salpicando los ramos con mil colores centelleantes gracias al uso de la laca, seña distintiva de Dior Joaillerie, trabajada en transparencias para generar una vidriera en miniatura que la luz atraviesa sutilmente.

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© Fiona Torre

La Colle Noire, paraíso de las maravillas

El modista adquirió el 24 de octubre de 1950 este edificio campestre construido en 1860* y lo convirtió en un hogar con espíritu de casa familiar. Se inspiró en sus recuerdos y se dejó llevar por sus sueños de arquitecto para recrear en la finca el paraíso de su infancia, su jardín del Edén. Diseñó un estanque que era una copia ampliada del existente en la villa Les Rhumbs, en Granville, obra de su madre realizada a principios de la década de 1920. Fiel a su pasión por la jardinería, Christian Dior se rodeó de árboles, variedades exóticas y flores de perfume sutil, como rosas, glicinas y jazmines. Además, amplió sus conocimientos de botánica dedicándose a podar sus viñas, prensando sus propias olivas y participando en la cosecha de rosa centifolia de su hermana Catherine, que vivía muy cerca, en Callian. Todos esos cultivos se mantienen hoy en día, fielmente, en La Colle Noire. La mansión es una encarnación de la dolce vita, un tiempo que transcurre despacio y que es siempre maravilloso, donde las comidas se hacen al aire libre, entre un paseo por la montaña y otro en barco. Christian Dior lo saboreó en compañía de sus amigos hasta los últimos días de agosto de 1957 perpetuando el arte de ser anfitrión que tanto le gustaba. De ello dan fe las palabras inscritas en el libro de oro de La Colle Noire, donde las firmas de Mizza Bricard o Roger Vivier aparecen junto a unos trazos a tinta de Marc Chagall, que escribió: «Para Dior, gran artista».

* Al igual que su poética capilla, cuyas vidrieras han sido reinventadas por el artista Jean-Michel Othoniel rindiendo homenaje al muguete.

Culture - EDEN ROC
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Culture - EDEN ROC
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© Melinda Triana

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