| Para celebrar esa magia joyera, en los jardines, bajo pérgolas de color verde salvia que se fundían con el entorno campestre, se ofreció un cóctel seguido de una cena elaborada por el chef Mauro Colagreco, con tres estrellas en su restaurante Mirazur, en la localidad francesa de Menton, quien también trabaja en total armonía con la naturaleza. Todo ello constituyó un canto al arte de vivir francés, como si el mismísimo Christian Dior hubiera reunido a sus seres más queridos en su sublime «casa familiar». La vajilla de Dior Maison inspirada en el siglo XVIII, de máximo refinamiento, incluía dibujos sutiles de ramitas de muguete, uno de los amuletos preferidos de Monsieur Dior. Nomeolvides, agapantos, jazmines, limoneros, romero, tomillo y espliego destilaban sus aromas y colores con abundancia de dorados, blancos, parmas y violetas: una sinfonía pastoral que subrayaba aún más la infinita dulzura de esas deliciosas tardes primaverales.
En una prolongación de esa alquimia bucólica la artista lírica Pretty Yende cantó, como preludio impresionista al desfile, la melodía Beau Soir de Debussy. Al caer la noche, 25 siluetas de Alta Costura especialmente diseñadas para la ocasión por Maria Grazia Chiuri fueron surgiendo a lo largo del estanque con un resplandor lleno de encanto. La delicada nobleza de los terciopelos, declinados con un savoir-faire de excelencia en color verde bosque, ciruela, ocre amarillo y dorado, dialogaba con los intensos colores de las piedras mientras los vestidos corola cortos y los preciosos bordados milflores daban la réplica a las extraordinarias odas florales joyeras creadas por Victoire de Castellane. Con toda magnificencia, un espléndido espectáculo pirotécnico puso el broche final a esa coreografía onírica propiciando un momento que quedó como suspendido en el tiempo, un instante de gracia en estado puro. | |