De todos los lugares con los que Dior ha tejido lazos, Escocia es el que ha dejado una huella más profunda en su patrimonio. Entre Dior y Escocia se ha producido una fusión de leyendas, que se entrelazan para unirse en un único y apasionante relato textil. Por Lucie Alexandre.
Pensar en Escocia equivale a revivir en esencia una serie de emociones e imágenes colectivas compartidas generación tras generación. En un segundo acuden a la memoria mitos que conocimos en la niñez; aparecen también campos de color esmeralda suavemente ondulados; surgen igualmente las líneas rectas del tartán y el viento trae los sones icónicos de la gaita entre el aroma ambarino del whisky y olores de cuero y cobre, jornadas lluviosas y tardes al amor del fuego. Se despiertan los sentidos, de la vista al tacto pasando por el olfato y, entre contrastes de luz, entre fantasía y realidad, surge un paisaje de ensueño. |
«Los tejidos escoceses realzan y esculpen, captan y consolidan la esencia de Dior, los códigos y colores que lo distinguen».
Esa tierra de fascinación inspiró a Christian Dior un viaje creativo cargado de fuerza. Ya en su primer desfile bautizó con el nombre de Écosse, Escocia en francés, una levita que acompañaba un vestido negro; el conjunto ya estaba impregnado con el encanto gaélico que nunca dejó de atraerle. Siguieron luego modelos Scotland, Édimbourg, Fireside, Plaid o Scottish. Era un léxico cargado de sentido, que llevaba a un lugar que resultaba al tiempo diferente y familiar. Pero por encima de aquellos nombres que denotaban una complicidad, lo que impregnaba las colecciones de Monsieur Dior eran tejidos divinamente ajedrezados que saltaban de una creación a otra: los cuadros escoceses. Su masculinidad, su geometría refinada y variable, al igual que la dualidad de colores, exaltan su refinamiento; todos estos atributos convierten a los cuadros escoceses en un must del vestuario de Dior. Esos cuadros prodigiosos, que tan pronto se convierten en un aristocrático príncipe de Gales como en un tartán que nunca pasa de moda, tienen su propia entrada en el Petit Dictionnaire de la mode de Christian Dior1: «Me gustan mucho los cuadros, porque dan un toque juvenil y aportan una nota que resulta a la vez elegante y desenfadada. Los cuadros se aprecian desde que aparecieron los tejidos, y la moda siempre les ha concedido un espacio privilegiado. Hay cuadros para todas las edades y para todas las figuras: de la pata de gallo en un tejido de lana o suave seda para la mujer a los clásicos tweeds a cuadros, que resultan estupendos para el campo». |
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Ese amor por el check (so Scottish), el cuadrado, que cita en inglés en su Petit Dictionnaire de la mode, está ligado a la atracción que sentía el modista por la hechura y la sastrería británicas, por tejidos masculinos que le gustaba adaptar a la moda femenina. En los inicios de la Maison, en 1947, Christian Dior ya diseñó un «abrigo de viaje recio en lana escocesa gris reversible», como podemos leer en los comunicados de prensa de entonces2. A lo largo de una poética de la elegancia muy bien acompasada, depositó en sus creaciones, aquí y allá, toques escoceses, ya fuera en juegos de derecho y revés, usándolo en los forros, ya fuera en maravillosos total looks. Por los estampados o por la propia materia textil, esos tejidos procedentes de un savoir-faire ancestral garantizan al instante una actitud. Realzan y esculpen, capturan y consagran la esencia de Dior, sus códigos y matices propios. «Es sin duda el único tejido estampado que resiste a las modas. Regresa cada temporada con modelos que siempre resultan juveniles y alegres (…). El tejido tradicional es el de los kilts, con motivos y colores auténticos», concluía Monsieur Dior. Como si de una evidencia se tratara, la Maison prolonga esa fabulosa odisea estilística con la organización, a lo largo del tiempo, de no pocos encuentros en tierras de Escocia. En 1951 Christian Dior presentó su línea de primavera-verano en Perthshire, en un acto organizado por los Amigos de Francia y cuyos beneficios estuvieron destinados a la casa franco-escocesa. En aquel desfile, ante prestigiosos invitados, se presentaron 81 siluetas. Unos años después, en 1955, el modista renovó la experiencia, solo que en esta ocasión presentó 172 creaciones3; se hizo con ocasión de un baile benéfico también celebrado en Perthshire, en el lujoso y campestre hotel Gleneagles; el excepcional acontecimiento se repitió en Glasgow, en el hotel Central. |
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Esta pasión se aprecia también, discretamente, en divertidas anécdotas, o en suposiciones que albergan una dosis de ternura. ¿Cómo no pensar, por ejemplo, en los perros de Christian Dior, que siempre se llamaban Bobby, cuando se conoce la historia de Greyfriars Bobby, el compañero más fiel de Edimburgo, que pasó 14 años junto a la tumba de su dueño, despertando siempre el cariño de los transeúntes? Desde el estilo de la vestimenta, que se mueve entre la audacia, la funcionalidad y la tradición, hasta el estilo de vida, la cultura escocesa parece tener, en todos los aspectos, paralelismos con el destino de Monsieur Dior y de su Maison. Recuerdos cautivadores, hallazgos encontrados como tesoros en los archivos Dior, han sido para Maria Grazia Chiuri una estimulante fuente de inspiración, al igual que su viaje a Edimburgo, que le permitió acercarse con detenimiento a la vida y obra (bordada) de María Estuardo. La línea crucero 2025 ha encontrado un fondeadero en una serie de fotos del modista-fundador y sus modelos en 1955. Con imágenes llenas de emoción, la Directora Creativa ha establecido un diálogo magnífico entre la costura parisina y la cultura escocesa. Muy presente en este relato, el tartán es un símbolo que gusta a Maria Grazia Chiuri por su modernidad atemporal y porque conjuga legado, reinvención y transgresión. Maria Grazia Chiuri concibe sus colecciones en un marco de reflexión que conecta las prendas de vestir con la historia de las mujeres, las comunidades y las artesanías. Con sus modelos de aire irresistiblemente punk, ha establecido puentes maravillosos entre costumbres, excelencia y creencias. El conjunto es un fabuloso tejido de leyendas. |