Es la historia de un amor: el de la belleza de los tejidos, que se fusiona con lo más íntimo de la aventura humana. Los tejidos que Isabella Ducrot ha traído de sus muchos viajes, de Rusia a Extremo Oriente, son para ella mucho más que tema de estudio e investigación; son en fuentes inagotables de inspiración. A través de su obra generan una meditación sobre el sentido de la vida. El origen de esa pasión no fue otro que la voluntad de ahorro: «En mi infancia y juventud las telas sufrían constantes transformaciones: las sábanas viejas se convertían en toallas, las toallas en paños de cocina, las cortinas de seda pasaban a ser trajes de baile, y los trajes de baile luego se acortaban para ser prendas de diario». Es un ritmo comparable al de la vida: el brote se convierte en hoja y luego en fruto que, al caer, pasa a ser la semilla que inicia un nuevo ciclo. |
Los atuendos seleccionados para el decorado del desfile destacaban contra la pared de líneas negras sobre fondo blanco, como una reja, motivo recurrente de esta artista. La escenografía, confeccionada por los talleres Chanakya y la Chanakya School of Craft, hizo revivir tejidos excepcionales gracias a antiguos telares que se volvieron a montar especialmente para la ocasión. El aura, con toda la fuerza de su resonancia, estaba ahí. |
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