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© DAICI ANO

MOMENTOS DE GRACILIDAD

EN UNA CELEBRACIÓN DE LOS FUERTES VÍNCULOS ENTRE DIOR Y JAPÓN, LA MAISON ESCOGIÓ KIOTO COMO ESCENARIO SOÑADO PARA PRESENTAR EL DESFILE DE LA COLECCIÓN OTOÑO 2025, DISEÑADO POR MARIA GRAZIA CHIURI. CON ESE ESPECTÁCULO ÚNICO SE INAUGURA UN NUEVO EPISODIO CREATIVO, CONFLUENCIA ENTRE TRADICIÓN Y REINVENCIÓN.

Cautivado por la gracilidad de los motivos que decoran la planta baja de la villa Les Rhumbs, en su Granville natal, Christian Dior mantuvo desde niño una sincera y constante admiración por la riqueza cultural de Japón. Encontró en esa tierra gran abundancia de cosas dignas de admiración y las invocó sin cesar a través de numerosas alianzas establecidas desde 1953 con Maisons y socios de renombre, autorizados a reproducir modelos adaptados al estilo de las mujeres niponas con los patrones proporcionados por el 30, Avenue Montaigne. Siendo Director Artístico, Marc Bohan perpetuó esas afinidades presentando en Tokio y Osaka la línea otoño-invierno 1964 de Dior. Esta pasión incombustible se ha mantenido con los sucesores de Monsieur Dior; Maria Grazia Chiuri la ha honrado a su vez con el desfile de otoño 2025 de Dior organizado en Kioto, en los jardines del emblemático templo Toji.

Bajo los cerezos en flor, las modelos lucieron conjuntos que ponen de manifiesto esa simbiosis fundamental, conjugación del savoir-faire francés de la sastrería y los principios de construcción propios del kimono. Jugando con los largos, los volúmenes y las texturas, las chaquetas plasman ese encuentro alquímico y en ocasiones se realzan con flecos livianos o cinturones que enlazan delicadamente el talle. El mismo espíritu se aprecia en pantalones cruzados, que envuelven la silueta con precisión y hacen gala de audaces efectos de asimetría.

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© DAICI ANO

Pensadas para acompañar al cuerpo en movimiento, las prendas se completan con detalles ultracontemporáneos que se han tomado prestados de la vestimenta deportiva, como cordones de ajuste, cierres, presillas y cremalleras. Reflejo de esa hibridación, la indispensable chaqueta en denim adopta las formas típicas del estilo japonés, al igual que los tejidos de punto, inspirados en el rigor y la meticulosidad del origami. En recuerdo a lo mucho que atraían a Christian Dior las flores y los jardines, un mundo vegetal esbozado, bordado y teñido se expande por túnicas, vestidos, chaquetas bomber y abrigos y, a través del prisma de la poesía y la sensibilidad, se convierte en un lenguaje hecho de seda. Regresando al estampado, en este caso procedente de los archivos dado que se desplegaba por el conjunto Jardin japonais diseñado para la colección de primavera-verano de 1953, Maria Grazia Chiuri ha invitado a trasponer el dibujo de la flor del cerezo a Tabata Kihachi, maestro del tinte en kimonos que, con su composición y técnica únicas, subraya la atemporalidad del teñido Kyo Yuzen.

Como un canto a la colaboración establecida en 1954 entre Christian Dior y Tatsumura Textile, un taller textil de tejidos de jacquard de seda creado en Kioto en 1894, en esta colección de Dior destacan de modo especial admirables creaciones de esas telas icónicas. Los motivos son los mismos que los escogidos hace más de setenta años por el modista-fundador y dan fe de la transmisión de un procedimiento artístico con una búsqueda compartida de la excelencia.

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© CHRISTIAN DIOR COUTURE

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© HOUMI SAKATA

«Aquellas interpretaciones de Utamaro y Hokusai eran mi capilla Sixtina. Recuerdo que me pasaba horas contemplándolas…»

– Christian Dior

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© CHRISTIAN DIOR COUTURE

Los colores complejos y transparentes de los tintes elaborados por Fukudaki, que desde hace tres generaciones preserva y desarrolla las tradiciones textiles japonesas, hacen resplandecer un savoir-faire ancestral con la diversidad de su belleza. En una prolongación del léxico de la colección, el calzado completa sutilmente los modelos. Las bailarinas se decoran con cintas que realzan el tobillo o bien se convierten en botas flexibles. Las sandalias se embellecen con cuero trenzado o se dotan de una suela gruesa que recuerda a las getas japonesas. Por su parte, el Dior Book Tote se adorna con las mismas ramas de cerezo que florecen en la ropa y pasa albergar composiciones florales que exaltan el arte virtuoso del ikebana.

Como sorpresa final, el sombrero kasa, profundamente anclado en la cultura nipona, completa las siluetas; rinde homenaje a los tocados tradicionales y ha sido reinterpretado por Sawa Vaughters, una modista afincada en Tokio.

El desfile fue un instante suspendido en el tiempo y la celebración de una unión excepcional, primigenia y visionaria, entre París y Kioto.

Culture - NEWS EVENT FALL 25 KYOTO
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