MAJESTUOSO MUARÉ

EL MUARÉ APORTA UN TOQUE EXTRA DE GRACILIDAD A LAS SILUETAS DE LA COLECCIÓN DIOR DE ALTA COSTURA PRIMAVERA-VERANO 2024 Y DEMUESTRA LA VOLUNTAD DE SU DISEÑADORA, MARIA GRAZIA CHIURI, DE IR SIEMPRE MÁS LEJOS EN LA BÚSQUEDA DE LA EXCELENCIA. EL SAVOIR-FAIRE SECULAR DE LA CASA BENAUD HA SIDO EL COMPAÑERO EN ESTE VIAJE. NOS HEMOS ADENTRADO EN SUS SECRETOS. POR MATHILDA PANIGADA.

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© Melinda Triana © Atelier Benaud @museetissuslyon

«El tejido es el único vehículo de nuestros sueños, y también es un promotor de ideas. Puede ser el punto de partida de nuestra inspiración. Son muchos los vestidos que parten exclusivamente del tejido».

– Christian Dior

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© Laora Queyras

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© Laora Queyras

Los efectos cambiantes y ondulantes del muaré dotan a este tejido de una identidad única, reconocible al instante. La emoción visual que produce nos remite al «movimiento de la vida» del que hablaba Christian Dior cuando evocaba ese aire esencial que constituye la belleza de un vestido. Históricamente, el muaré se usó en el siglo xviii para la vestimenta cortesana y eclesiástica; aparece en distintas épocas sin perder nunca su nobleza y su dimensión casi sagrada. En la colección de Alta Costura Dior primavera-verano 2024 se ha convertido para Maria Grazia Chiuri en el vehículo de una reflexión sobre los vínculos existentes entre los tejidos y el poder femenino. Por encima del mero uso como atuendo, protección y ornamento, la ropa se convirtió en un símbolo de poder, ya fuera político, espiritual o religioso.

Esa aura se hace presente en una serie de siluetas cautivadoras, realzadas por este tejido singular, que reinterpretan otras diseñadas por Christian Dior en los años cincuenta. Encontramos el atemporal traje sastre Bar en versiones bronce y cereza; un abrigo de cuello amplio combinado con una falda de tul ribeteada con una delicada cascada de plumas; otra falda cruzada en tie and dye que acompaña con gracilidad los movimientos del cuerpo, y un vestido palabra de honor drapeado sobre el que se dibujan mil preciosos bordados. El vestido La Cigale, diseñado por el modista-fundador en 1952 para la línea Profilée, se replantea con dos creaciones depuradas y ultraestructuradas: dos homenajes sutiles que irradian la esencia del muaré con maravillosos contornos gráficos.

«En Lucien Lelong, donde me familiaricé con este oficio, aprendí la importancia del siguiente principio, el más básico de la costura: el hilo de la tela. Con la misma idea y la misma tela, un vestido puede quedar logrado o ser un completo fracaso, dependiendo de si se ha sabido dirigir el movimiento natural del tejido, al que siempre hay que amoldarse».

— Christian Dior

Esta proeza ha sido posible gracias al diálogo creativo establecido con la casa Benaud, que desde 1991 pone todo su empeño en hacer perdurar las hoy escasas artesanías que permiten dar vida al tejido muaré. Esta empresa, ubicada en pleno centro de Lyon –capital de la seda en Francia– y fundada con el modelo de la fábrica lionesa tradicional, colabora con buen número de empresas y personas dedicadas a las artes textiles, entre ellas el taller Moire Maire, fundado en 1873 y uno de los últimos en usar técnicas de muaré y gofrado del mundo. Guillaume Maire, quinta generación al frente de la manufactura familiar, es el transmisor de más de un siglo y medio de trabajo del muaré con la exigencia y pasión indispensables para confeccionar estos tejidos excepcionales, cuya fabricación exige una gran maestría.

Maria Grazia Chiuri ha escogido para la colección un muaré denominado «libre», cuyas ondulaciones resultan de una poesía que se produce a mano, usando técnicas ancestrales de extrema minuciosidad.

Una vez seleccionadas las fibras –escogidas por su brillo y matidez– se tiñen y se tejen; llega entonces el doblado, que consiste en cortar el tejido en dos partes y superponerlas con objeto de que se produzca el fenómeno del muaré. La tela se monta en una calandra, un dispositivo con rodillos. Se pone a contraluz con iluminación artificial; los artesanos, con gestos muy controlados, dibujan el muaré acompañando con sus movimientos las vibraciones luminosas, que ondulan en la tela dando lugar a una coreografía hipnótica. Finalmente, el calandrado permite fijar el motivo aplastando la tela entre dos rodillos a una temperatura superior a 100 °C. Con el peso, la urdimbre y la trama se retuercen y se curvan generando atractivas variaciones de luces y brillos, matices e iridiscencias. Finalmente, convertidas una en el espejo de la otra, semejantes en su perfecta unicidad, las telas se separan. Este fabuloso baile se orquesta milimétricamente, en una celebración de la quintaesencia de la Alta Costura.

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© Laora Queyras

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