ENTRE PARÍS Y NUEVA YORK, CAPITALES INDISCUTIBLES DE LA MODA, SE HA IDO FORJANDO UNA AFINIDAD INQUEBRANTABLE DESDE LOS ORÍGENES DE LA MAISON. MARIA GRAZIA CHIURI HA CELEBRADO ESTE FABULOSO DIÁLOGO TRANSATLÁNTICO CON SU MAGNÍFICO DESFILE DIOR DE OTOÑO DE 2024, QUE TUVO COMO ESCENARIO EL MUSEO DE BROOKLYN, Y DONDE RESPLANDECIÓ EL AURA DE MARLENE DIETRICH. POR MARIE AUDRAN.
«A tantas preguntas como me había hecho, Nueva York iba a darme la más elocuente de las respuestas al surgir, al amanecer, espléndido en la gloria de su veranillo indio. Nada mejor que el impulso y la fuerza de aquellos mil obeliscos erigidos hacia el cielo para expresar la fe en la vida de ese pueblo optimista. Mi entusiasmo no conocía límites… Estaba encandilado». Así describió Christian Dior su fascinación al ver por primera vez el perfil de Manhattan en septiembre de 1947; habían pasado solo unos meses desde el triunfo del icónico New Look, cuya colección, por cierto, ya contaba con un modelo llamado New York en homenaje a la ciudad que nunca duerme. El diseñador, a quien apasionaba la arquitectura, sintió que esa ciudad vertical emanaba una potencia creativa infinita. El 15 de abril de 2024 Maria Grazia Chiuri perpetuó ese sueño americano y esa fascinación mutua al presentar en Brooklyn su colección Dior de otoño 2024. En una escenografía excepcional diseñada para el acontecimiento, las obras de Suzanne Santoro, nacida precisamente en ese barrio de Nueva York, y del colectivo Claire Fontaine, fundado en París en 2004, plasmaron el vínculo inquebrantable entre ambas metrópolis, entre el arte y la moda. Las instalaciones de ambos, que no rehúyen el compromiso y combinan diversos elementos, de la foto al neón, dialogaban maravillosamente en el marco del Museo de Brooklyn y abrían un horizonte de posibilidades en nombre de la reafirmación de las mujeres. |
El puente entre ambas culturas es Marlene Dietrich, que fue una fiel seguidora de Dior tanto en su vestimenta diaria como en sus apariciones en la pantalla. La actriz ha sido la principal inspiración de Maria Grazia Chiuri en este desfile-homenaje en el que la silueta Dior se funde con la divina diva y su aire andrógino. Pantalones anchos de pinzas, faldas ajustadas… La década de 1950 da un salto al futuro, como en un reseteo fulgurante. Las modelos desfilaron con un extraordinario guardarropa que podría ser, perfectamente, el de la carismática actriz traído al año 2024, reinventado por la extraordinaria imaginación de la Directora Creativa. De Berlín a Brooklyn, de París a Broadway, el aura inimitable de Marlene, inmortal prescriptora de moda, llena de vida los modelos. La colección cuenta con trajes sastre que reinterpretan el espíritu del tweed o del frac y con trajes de noche en terciopelo con brillos sinuosos, evocaciones glamurosas de un neocabaret. Desde conjuntos que magnifican el estilo deportivo hasta un soberbio tríptico de piel que abrió el desfile e incluye un chaquetón sin costuras con el forro adornado con el motivo de la Torre Eiffel, se reafirma la faceta irresistiblemente híbrida de este vestuario masculino-femenino, París-Nueva York, atemporal-ultracontemporánea. |
En cuanto a los complementos, el conjunto de sombrero y corbata* acompaña maravillosamente a las camisas blancas y a los guantes de piel de becerro terciopelo, bordados con abejas que parecen revolotear por las manos, o que incorporan flecos bordados que parecen personificar el «movimiento de la vida» del que hablaba Monsieur Dior. Del Dior Book Tote al Lady Dior, los bolsos juegan tan pronto con líneas depuradas, quintaesencia de la elegancia, como con novedosas inspiraciones, como la fusión de las banderas francesa y estadounidense. Por su parte, el calzado (de plataforma o alpargatas con cintas) juega deliciosamente con las dualidades vanguardistas de Marlene Dietrich, de la Riviera a Hollywood. Es todo un canto a la audacia efervescente de Dior, siempre renovada. |
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