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© COLIN JONES/ TOPFOTO

LA ESTRELLA
QUE BAILA:
Rudolf
Nuréyev

RUDOLF NURÉYEV EL LEGENDARIO BAILARÍN RUDOLF NURÉYEV ES LA FUENTE DE INSPIRACIÓN PRINCIPAL DE LA COLECCIÓN MASCULINA DIOR INVIERNO 2024-2025 DISEÑADA POR KIM JONES. EL DIRECTOR ARTÍSTICO, QUE SE HA INSPIRADO TANTO EN SU CARRERA COMO EN SU VIDA PRIVADA, DESDE LAS LUCES DEL ESCENARIO HASTA LOS SECRETOS DE LAS BAMBALINAS, HA CONVERTIDO AL ASTRO DE LA DANZA EN UNA REFERENCIA QUE REALZA LAS PRENDAS, UN REFLEJO RESPLANDECIENTE DEL LEGADO DE DIOR. POR BORIS BERGMANN.

No faltan superlativos para hablar de la vida de un hombre del que se dice sin ambages que fue «el dios de la danza». La infancia miserable en los confines de Siberia. El casi milagroso descubrimiento de la danza con tan solo 7 años, que marcó un punto de inflexión en su vida. El regreso del padre tras haber combatido en la Segunda Guerra Mundial, y la incomprensión del progenitor de su pasión por el ballet, disciplina que consideraba poco viril. La escapada a Moscú para presentarse a las pruebas de ingreso del prestigioso Bolshói, que superó holgadamente, pero al que no pudo acceder por falta de medios económicos. El ballet Mariinsky, donde no tardó en convertirse en aclamado solista.

Lo que siguió fue una huida hacia delante: estando de gira en París, escapó a sus guardias rusos justo antes de subir al avión que iba a llevarle de regreso a Moscú. En plena Guerra Fría, su salto a Occidente es uno de sus arabesques más célebres. Al otro lado del muro, Nuréyev recorrió los escenarios más importantes, bailó con las parejas más famosas y se impuso como el gran bailarín de su época, capaz de dominar tanto el repertorio clásico como las producciones de sus contemporáneos, como Maurice Béjart, Roland Petit o Martha Graham, que fueron también grandes admiradores de su estilo.

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Rudolf Nuréyev se convirtió en un icono. Atraía a las masas. Primero fue en Londres, en el Covent Garden, donde su amistad con Margot Fonteyn se transformó en una complicidad total en el escenario. Después llegó la Ópera de París, donde formó otro dúo histórico con otra estrella, Sylvie Guillem. Rudolf Nuréyev era de una enorme exigencia en su trabajo, siempre dispuesto a desafiar las limitaciones que le imponía su propio cuerpo, a superarse para alcanzar la perfección. A partir de 1964 empezó a trasponer ese rigor en su propia obra coreográfica.

Entre bambalinas, Nuréyev encarnaba la libertad de los años sesenta y setenta, del mismo modo que los Beatles o los Rolling Stones. Simpatizante de la contracultura, de los hippies y de los juerguistas de la mítica sala parisina Le Palace, era un habitual de la fiesta y el desenfreno. Su vivienda, situada en el 23, quai Voltaire, se convirtió en un punto de encuentro en el que los más grandes artistas se cruzaban de improvisto. Rudolf Nuréyev les recibía rodeado por las muchas obras de arte que coleccionaba, entre las que se contaban tejidos antiguos y kimonos, que le encantaban.

A principios de los años ochenta se convirtió en el director de la Ópera de París. Murió en 1993, a los 54 años. Su existencia fuera de lo común, fulgurante, ilustra a la perfección una frase de Nietzsche: «Es preciso tener caos dentro de sí para poder alumbrar una estrella danzarina».

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© Colin Jones/ TopFoto

«Mi historia personal está estrechamente ligada a la de Nuréyev a través de la carrera de mi tío, Colin Jones, bailarín convertido en amigo de la estrella, a quien además fotografió. Esta colección se basa en los contrastes: la excelencia por partida doble de la Maison Dior en prêt-à-porter y Alta Costura, y la diferencia entre el escenario y los bastidores: la vida teatral de Nuréyev y la realidad. Es un diálogo entre el estilo del bailarín y el de los archivos Dior».

– Kim Jones

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